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martes, agosto 04, 2009

El 5 de Julio: la alternancia perversa

La victoria del PRI en las elecciones intermedias del 5 de julio deja la sensación de que los mexicanos estamos relativamente bien habituados a una alternancia política sin sobresaltos. Bien por México en este sentido. Ser testigos de la tunda que recibió el PAN es también razón de gozo, pues este partido parece no haber entendido que en una democracia se gobierna para todos, y no para los grupúsculos provincianos que le hacen la corte. Casi podría apostar que el PAN perderá también la presidencia en el 2012, pues el panorama actual y futuro previsible permiten aventurar que el sexenio de Felipe Calderón enfrenta ya su ocaso. Lejos de alegrarse por una previsible victoria del PRI hay que decir que la sociedad debe vigilar con celo las acciones de este partido en las congresos locales y federal donde será ahora la facción dominante. Es claro que sus ambiciones de recuperar la presidencia irán encaminadas a bloquear cualquier forma de progreso para el país que pueda interpretarse como un acierto de la actual administración.

martes, junio 23, 2009

Anulación del voto en México: la lógica de la rancherita que “da el rebozaso” y se va

Gabriel Moreno (Londres) – En contra de las expectativas que dejó el fin del presidencialismo priísta del 2000, el voto como vía de elección popular ha sido un simulacro que ha dejado a los ciudadanos fuera de la toma de decisiones que afectan la vida diaria de los mexicanos. En pocas palabras, el voto da hueva. Qué caso tiene votar si los partidos políticos son, al menos en el imaginario colectivo, cuevas que dan cobijo a criminales con fuero, ignorantes, incompetentes, punteros de manada con los más burdos intereses de grupo, y sigue un largo etcétera. Es pues comprensible el llamado del “movimiento anulacionista” a invalidar las boletas electorales del próximo 5 de julio. Veo esta iniciativa, que podría capturar hasta 15% de los votos en la próximo elección según una encuesta reciente publicada por Reforma, como una reacción desafortunada ante la deplorable situación de la política en México. Aunque es un punto válido de discusión en la búsqueda de alternativas democráticas, hay que agregar, esta corriente es también un desperdicio de tiempo, dinero y esfuerzo, una salida falsa para una ciudadanía que como la rancherita, y ante los improperios de una grosera clase política, da el “rebozaso” y se va.

Para ponerlo de otra forma, la lógica de la anulación lleva un mensaje claro e inequívoco: ‘anulo mi voto porque todos los candidatos son parte del mismo pote de mierda’. Hay, por supuesto, diferencias entre la anulación voluntaria y la abstención, el problema es que sus consecuencias últimas son equivalentes, y dejan los resultados de la elección en manos de las bases partidistas. La anulación del voto sólo garantiza la permanencia, y por lo tanto el fortalecimiento, de la partidocracia en la que nuestro país ha quedado estancado. Sorprende pues que académicos, líderes de opinión, periodistas, estudiantes y alguno que otro individuo pensante estén deslumbrados con el concepto. En mi reciente estancia en México me pareció que el anulacionismo es percibido como un oasis de iluminación democrática. De repente pareciera como si los mexicanos hubieran inventado la anulación del voto, y con esto, un movimiento democrático que es por demás absurdo. A muchos parece no quedarles muy claro que se trata de un simbolismo que lesiona los intereses ciudadanos, aunque hay quienes quieran caracterizarlo como un hito de la transición del país hacia la verdadera democracia (por ejemplo, Aguayo Quezada, Reforma, 17 de junio).

En fin, no soy de los que – parafraseando a Aguayo Quezada – “beatifican” el voto, pero si uno juzgara a la ciudadanía de un país por su participación democrática creo que la anulación del voto en México dejaría bien claro que la democracia del país es un reflejo de una ciudadanía infantil que es incapaz de dirigir su destino. Basta mirar a los procesos recientes de India, Estados Unidos, e incluso Irán, para saber que en estos países los ciudadanos – en particular aquellos sin afiliación partidista – toman sus derechos electorales con seriedad. Anular el voto equivale a dejar las elecciones intermedias en manos de los partidos políticos y de sus afiliados, es una farsa ciudadana, un entreguismo pueril que nos deja mal parados como individuos y sociedad, más ciertos de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.