domingo, febrero 01, 2009

Ecos de 1968: ¿un juego donde todos ganan en medio de esta crisis global?

Gabriel Moreno (Londres) . – El espectro de una depresión económica se ha hecho realidad. El Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió esta semana que la economía mundial atravesará la peor tormenta en 60 años, dejando a su paso 50 millones de desempleados, y agregando 200 millones de personas a las huestes de la pobreza extrema. El panorama es claramente grave. Parece que la humanidad enfrenta una ola gigantesca de la que no se puede escapar. Sin embargo, sólo un loco o un suicida se quedarían contemplando mientras llega el cataclismo. El resto, nosotros, contamos con un instinto de sobrevivencia que nos impulsará a correr. ¿Qué hacer para no correr despavoridos, para evitar atropellarnos unos a otros en una carrera modalidad sálvese quien pueda? ¿Es posible reflexionar y de paso crear un plan colectivo que nos mantenga a flote durante la tormenta?

Los efectos de una crisis financiera global que comenzó a materializarse a mediados del 2007 ahora comienzan a encarnar en un descontento social no visto en el mundo desarrollado desde 1968. En las últimas 48 horas los medios de comunicación en Europa han dado seguimiento a la manifestación de 2.5 millones de franceses contra la política de Nicolas Sarkozy, que como en otros países, ha canalizado sumas inmensas de dinero público para salvar a los bancos y a las grandes empresas. En Inglaterra, por otro lado, se ha disparado una serie de paros laborales que involucra a miles de trabajadores que rechazan la contratación de mano de obra extranjera. Los hechos sugieren que estamos ante la presencia de una lucha de clases que fue puesta en perspectiva por una entrevista que el diario Financial Times publicó el jueves con Olivier Besancenot (en la foto), líder de la Liga Comunista Revolucionaria en Francia, quien ve en el actual descontento social una oportunidad para dar luz a un “nuevo mayo de 1968”, y “reinventar y restablecer el proyecto anti-capitalista (…) Hay un torrente de disputas industriales y protestas sociales, pero todas están separadas. Lo que necesitamos es articularlas en un movimiento de protesta masivo”.

De acuerdo al FT, la amenaza – ¿o promesa? – de un nuevo ’68 es suficiente para hacer temblar a los gobiernos y elites económicas de Francia, y yo diría, del resto de los países en los que el estado está para servir a los capitanes de empresa, y no a la ciudadanía. Es aquí, sin embargo, donde se hacen sentir las diferencias entre las economías desarrolladas y las que no lo son. El ejemplo más claro viene de Estados Unidos, donde el flamante presidente Barack Obama está a punto de conseguir que el Senado apruebe un programa de estímulo económico cercano a 1 trillón de dólares (más o menos equivalente al gasto que ejercerá el gobierno de México en los próximos 4 años). El gobierno del primer ministro inglés Gordon Brown también ha aplicado un programa de estímulos que inyectará unos £80,000 millones al sistema bancario y a otras industrias estratégicas (automotriz y telecomunicaciones), y que entre otras medidas ha recortado el impuesto al valor agregado a fin de estimular el gasto en el sector comercial. La tendencia es similar en las principales economías del planeta.

México ha seguido la ruta de las llamadas “medidas contra-cíclicas” y este año el Banco de México ha reducido las tasas de interés, mientras que el gobierno de Felipe Calderón ha anunciado que hará un gasto equivalente a 3% del producto interno bruto (PIB), que se reflejará en recortes al precio de la gasolina, inversión en carreteras, infraestructura ferroviaria y de extracción petrolífera, además de extensiones en cobertura médica, y de empleo temporal. En lo personal aplaudo la postura pro-activa del gobierno federal pero, como era de esperarse, las medidas resultarán insuficientes para evitar que la economía del país se contraiga. El FMI calcula que el PIB mexicano decrecerá 1.2 y 1.4 por ciento este año y en el 2010, respectivamente. Esto es sencillamente porque la economía de México está anclada a la estadounidense. De manera progresiva se ha reducido el monto de las remesas provenientes de trabajadores mexicanos que radican al norte de la frontera, al igual que en los ingresos de la industria turística y en la exportación de petróleo. Mientras tanto, el desempleo, el endeudamiento – principalmente en tarjetas de crédito – y aumentos en los precios de alimentos y medicinas amenazan con dispararse. A la tormenta económica que enfrenta México se suman el azote de la violencia en forma de ejecuciones sumarias, secuestros, y asaltos que sufre la ciudadanía todos los días. Esto es producto del reacomodo de fuerzas entre los carteles de la droga, y de la operación permanente de las redes de criminalidad en las que a menudo participan las diferentes policías del país, también toleradas y regenteadas por sus políticos.

Como señalé al principio, ante el gris panorama podemos cerrar los ojos, encerrarnos en casa y tratar de sobrevivir racionando lo mucho o poco que esté al alcance. También podemos buscar culpables, decir que, como siempre, padecemos un gobierno de ineptos y corruptos que se ha encargado de garantizar que México quede atrapado en el tercermundismo de manera permanente. Esto, en parte, es verdad. Pero ante los grandes problemas de la humanidad se necesitan grandes soluciones. Cualquiera podría decir que este es un lugar común. Resulta absurdo, sin embargo, que el México que conozco nunca se ha atrevido a experimentar este cliché en carne propia, y que nunca ha existido un movimiento colectivo independiente del estado o la iglesia – y si lo ha habido lo desconozco – que sirva para generar bienestar a las personas. Hace un par de días recibí un correo electrónico con información sobre el Programa de Apoyo a la Comunidad de Frente a la Crisis, del Tecnológico de Monterrey, que durante este mes de febrero impartirá conferencias abiertas en Guadalajara a empresarios y al público en general. En éste se difundirá conocimiento y consejos prácticos para enfrentar las dificultades que se avecinan, producto de lo que ya pinta como una recesión global. La iniciativa me parece formidable, pues manifiesta el compromiso de una institución educativa con la comunidad y el país. Al mismo tiempo, he recibido por correo electrónico un llamado desde México para pensar en iniciativas colectivas de naturaleza profesional, cultural, espiritual y económica que sean de trascendencia. Me llama la atención que tanto la iniciativa universitaria como el llamado vienen de ex compañeros de la secundaria, pues esto indica que existimos una variedad de individuos que tienen algo en común, y que estamos pensando de manera simultánea en tomar acciones que “dejen huella”. Esta manera de pensar es necesaria en momentos tan complejos.

Y aquí retomo la idea del izquierdista francés, Besancenot, quien ve en la actual crisis del capitalismo global una oportunidad para revivir un movimiento comunista de gran escala que lleve a una redistribución del poder económico a favor de la clase trabajadora. Respeto los movimientos laborales y sin saber mucho de éstos, sé que han servido para institucionalizar los conflictos inherentes a la lucha de clases, permitiendo el desarrollo de políticas de estado que en los sistemas capitalistas abogan por la equidad, aunque esta meta nunca se ha alcanzado. Pero tampoco me deslumbran los líderes mesiánicos que utilizan su poder de movilización social para poner en jaque a los poderosos. Veo con sospecha que durante los últimos veinte años los movimientos de izquierda estuvieron estancados en sus luchas intestinas por el poder, y que sólo ahora cuando el capitalismo global está al borde del colapso, han vuelto a salir de sus madrigueras con un discurso rancio que me parece, está lejos de ofrecer respuestas a los problemas que enfrentamos las personas ordinarias. Estos son comportamientos parasitarios, que en lo personal me indican que sus afanes revolucionarios sólo buscan servir intereses personales y de grupo. No quisiera extenderme con este tema porque es espinoso y proclive a diatribas inútiles e interminables. Simplemente no creo que la solución esté en protestas estériles adornadas de consignas políticas en contra de los ricos. Estas nunca benefician a las mayorías, aunque sí a unos pocos líderes megalómanos y a sus reducidos círculos de familiares y amistades. Pienso de inmediato en Fidel Castro.


Quisiera, sin embargo, pedir prestado un aspecto de la idea de Olivier Besancenot, en el sentido de articular a una multitud de movimientos aislados, para generar una ola de consciencias trascendentes que busquen el beneficio de la colectividad. Sé que muchos de nosotros estamos en un canal parecido y que es el momento de actuar. La acción puede servirse de las plataformas de acción de las juntas vecinales, escolares, comunidades deportivas, religiosas y sí, los partidos políticos. Partiendo del supuesto que nadie hace nada de manera desinteresada, será necesario pensar en mecanismos donde haya ganancia para todos los actores. En un mundo de escasos recursos materiales y económicos los llamados juegos de suma cero – donde uno gana y todos los demás pierden –, suelen ser la regla. El reto en este sentido es partir de la necesidad de replantearnos el significado de la palabra “ganar”, y de aportar rutas de acción que, de frente a lo que parece una tormenta perfecta, nos permita salir a flote a la colectividad.

1 comentario:

Carlos G Garibay dijo...

Un saludo Gabriel y una felicitación por la forma acertada y amena en la que manejas tu comentario. Estaré al pendiente de lo que publicas. Un abrazo. Atte Carlos García Garibay